martes, 30 de agosto de 2011

MODERNIDAD Y POBLACION

Modernidad y población
La modernidad, como proyecto, se propuso la generación de un determinado orden, progreso y bienestar, fundados en la razón y la ciencia. Este proyecto, surgido de la Ilustración, concibió una visión del mundo, desde cómo se había iniciado la modernidad y cómo desembocaría, con lo que dio pie a una visión teleológica de la historia. La humanidad, en un tránsito en algunos casos más rápidos en otros más lentos, se encaminó hacia un orden y progreso, que desde la visión de la modernidad, sólo la ciencia y la razón le podían otorgar. Sin embargo, la vía bajo la cual se podría acceder a ese "paraíso terrenal", sería la que planteara Occidente. Es así, como Occidente se concibe como propulsor y modelo de este desarrollo; desde la ciencia hasta el expansionismo colonial no dejaron de verse influenciadas por esta visión.
El concepto de población, encuentra sus bases en ese proyecto modernizador. Dado que el proyecto modernizador tenía una visión telelógica de la historia y contemplaba que la única vía realizable sería que la proviniera de Occidente, concibió que entonces el mundo entero debía compartir patrones económicos, sociales y culturales. El concepto de población daría el primer paso, y la llamada teoría de la transición demográfica sería un catalizador del proyecto modernizador.
El concepto moderno de población, incluye a todos los sectores de la población - a diferencia de otros sociedades que sólo representaba una parte de la población-, y más que hacer referencia a distinciones de clase o culturales, significa el conjunto de habitantes de un territorio. Las ideas de la Ilustración y el liberalismo, influyeron fuertemente para la construcción del concepto, en particular la Revolución francesa, ya que frente a un régimen que planteaba que sólo determinado sector de la población podía gobernar, ser amo, poseer la riqueza y tener acceso a la educación, el concepto moderno de población rompe ese monolito e incluye a todos los sectores de la población.
Se opone a la ley frente a "la naturaleza", y se plantea que todos los hombres (no mujeres, en principio) son iguales ante la ley. Sin embargo, este concepto de "igualdad", está enmarcado en el proyecto modernizador, todos pueden ser iguales como Occidente y alcanzar el desarrollo que éste se propone. Es por ello, que el concepto de población a la vez de incluirlos en el proyecto modernizador de Occidente, diluye su historia, los des localiza, los homogeniza, el concepto de población, se convierte en un cocinero sin sentido del gusto.
Para lograr esta disolución de la historia, no existiría mejor corrosivo, que el número. La cuantificación sustituye la cualificación. Poner a la población en números; cuantificar el total de ésta, fue el primer paso, y posteriormente se fueron generando parámetros en función de las necesidades tanto del Estado como del proyecto de modernidad."El 'otro' es reducido a una modalidad o expresión estadística de la población, del agregado."
La visión moderna del mundo creyó que todo era controlable desde la ciencia y la razón, hasta la humanidad, a pesar de la heterogeneidad de ésta, por lo que la construcción del concepto de población vislumbró la posibilidad de que esta fuera controlable. Desde la antigüedad, los imperios habían mantenido cierto control sobre su población y sus colonias, no obstante no podían controlar las pautas culturales y sociales de la población, el ejercicio del control de las colonias requería que se tolerarán formas culturales diferentes a las del Imperio. El concepto de población al anular toda diferencia, permite ampliar el espectro de influencia. Si Occidente pensaba que se requería patrones culturales, sociales y económicos para alcanzar el progreso al que aspiraba, entonces esto podría ser realizable, en la medida en que se podría tener un pasado y devenir común.
Modernización sigue presente. "Desde un punto de vista diferente, pero también dentro del marco neomalthusiano de la transición demográfica, se plantea la relación población-modernización en una dirección opuesta. No es la población la base de la modernización, sino a la inversa, la modernización es la base de la transformación del régimen demográfico. En este esquema también se plantea la necesidad de políticas de población, pero en un sentido diferente. No ya como política de promoción del desarrollo necesariamente, sino como política que posibilite en la práctica la 'modernización' de los patrones demográficos."
El proyecto modernizador de Occidente requiere de la homogeneización en todos los patrones, incluyendo los demográficos, sólo así, sería alcanzable dicha modernización. Ese "otro" no enunciado, diluido e incluido en una cifra, cada vez se parecía más a ese Uno al que aspiraba Occidente, tal parecía que la historia de ese otro, con sus discontinuidad y unicidad, fácilmente sería desdibujada y tomaría la forma que el mundo occidental había recorrido. Esa linealidad histórica que se pretendía con la transición demográfica, comenzó a ser criticada desde otra vertiente de la demografía, la histórica.
Los estudios empíricos de la demografía histórica fueron derrumbando los supuestos de la transición demográfica. El conocimiento de ese pasado y futuro que planteó dicha teoría para gran parte del mundo occidental, se demostró que era inconsistente y en algunos casos se refutaba. "Las fuentes más importantes de oscurecimiento de la aparente claridad y unicidad de la experiencia histórica afectan a casi todos los órganos vitales de la teoría de la transición demográfica: entre otros, el nivel de la natalidad en las sociedades preindustriales o pre transicionales; la correspondencia entre grado de desarrollo económico y nivel de evolución de las principales variables demográficas en la escala de la transición o, lo que es lo mismo, la intensidad de la asociación entre desarrollo económico y cronología del descenso de las tasas vitales; el supuesto monopolio causal de los factores económicos en la alteración de los niveles tradicionales de natalidad y mortalidad; la cronología del inicio de la transición y la combinación de factores responsable de los primeros estadios del crecimiento moderno de la población; la duración del característico desfase entre descenso de la mortalidad y descenso de la natalidad que predica la teoría".
La demografía histórica, logró una importante herramienta de análisis, que fue la reconstrucción de las familias, y a su vez, la proyección retrospectiva, con lo cual le permitió ir refutando cada uno de los supuestos planteados por la transición demográfica. Este esfuerzo fue inaugurado por académicos franceses, y fue seguido por los ingleses, al crearse el Grupo Cambridge. Ambos generaron nuevas técnicas y métodos que les permitieron incorporar otras variables, entre ellas la principal fue la de nupcialidad, la cual no toma en cuenta la transición demográfica.
Con el análisis de la variable nupcialidad planteaban que la fecundidad más bien dependía de la edad a la que se contrajera matrimonio. En el caso de Inglaterra se observó que existía una edad más tardía para contraer matrimonio lo que a su vez también reducía la edad fértil de las mujeres y con ello la tasa de fecundidad: "la nupcialidad continuaba ejerciendo la mayor influencia sobre la disponibilidad de niños; por lo que la diferencia en el nivel observado de la fecundidad total en poblaciones de 'fecundidad natural' se explica, en buena medida, por los modelos de edad al primer matrimonio y el celibato definitivo." Así mismo, el espaciamiento entre hijos fue otro factor que podía explicar una reducción en el número de hijos. De igual modo, los métodos de anticoncepción no sólo eran privativos de las clases más altas, también se utilizaban por parte de los sectores más pobres en situaciones de crisis agrícolas, y que estos eran utilizados antes de que se iniciara la transición, con lo cual se pone en duda que la modernización de la población modifica el comportamiento en cuanto a un control voluntario de la fecundidad. Aunado a lo anterior, "el descubrimiento de fuertes diferencias en los niveles preindustriales de natalidad otorga acrecentada credibilidad a la posibilidad de que el crecimiento de la población durante la fase de transición no se debiera sólo al descenso de la tasa de mortalidad, como la teoría supone, sino también a la elevación de la tasa de natalidad." Por lo que la supuesta relación intrínseca entre fecundidad y mortalidad, queda en entredicho y con ello, la linealidad que supone la transición demográfica.
En lo que corresponde a la relación entre industrialización y modernización con el avance de la transición demográfica, no se sostiene, debido a los estudios que aportó gran parte de la medicina, lo que se pudo observar es que en la medida en que se generaba una mayor industrialización, la salud de los personas disminuía en el momento que ingresaban al mercado laboral, las condiciones de trabajo, así como el trabajo femenino, mermó la salud y nutrición de la población, y con ello, la esperanza de vida. Así mismo se observó que en ciertas fases de recesión económica, la salud de la población trabajadora mejoraba, dado que no se encontraba expuesta a ciertas condiciones que ponían en riesgo su salud y a la vez las mujeres podían dedicar más tiempo al cuidado de los hijos.
Ante esto Arango señala: "Si la teoría de la transición demográfica hubiese precisado mejor qué entiende por «desarrollo socioeconómico», o «modernización», o los términos de este tenor que utiliza; y, por supuesto, si una vez hecho esto, dispusiésemos de datos fiables para dar vida a los indicadores que operacionalizasen tal concepto para un largo período de tiempo, nos ahorraríamos muchas palabras, expresando cuantitativamente la intensidad de la asociación. Por el contrario, al carecer de coeficientes de correlación, nos encontramos en un terreno incómodamente valorativo e impresionista. Aun así, no resulta difícil sustentar las afirmaciones que anteceden respecto a la existencia de una relación indudable, pero plagada de irregularidades entre desarrollo económico y nivel de la fecundidad."
Sin duda, existe una asociación entre crecimiento económico y descenso de la natalidad, pero a la vez, al analizar la particularidad de cada una de las regiones y países se observó en algunos casos que el descenso de la fecundidad se había dado en otras poblaciones que no habían presentado un importante desarrollo económico. Tal es el caso que muestran Rodríguez Wong y otros autores, para la región de América Latina, en donde señalan que esperarían que el cambio de la fecundidad estuviera asociado directamente con su estatus socioeconómico, sin embargo observan que para el caso de Perú que muestra un menor Índice de Desarrollo Humano, a su inicio de la transición, es a quien menor tiempo le toma recorrer este proceso.
El eje Modernización-Población, no se cumple para todos los casos. Y pone en duda el principio que haría posible alcanzar el desarrollado anunciado por parte del proyecto modernizador a partir de la transición demográfica. Por lo que, "siguen sin aparecer regularidades persistentes, y por el contrario se entrevén variables no económicas que singularizan cada experiencia particular, quien espere encontrar una clara correspondencia entre el timing de la industrialización-urbanización y el del descenso de la fecundidad, se sentirá probablemente perplejo y desorientado al enfrentarse a la complejidad de la experiencia histórica."
La generalización de la historia, así como los supuestos que plantea la transición demográfica son puestos en duda, desde Occidente; sin lugar a dudas, que uno de los iniciadores es Marx, al incorporar la visión histórica de la sociedad y dejar de lado el naturalismo que había privado en algunas teorías. No obstante, lo relevante de la demografía histórica es que dota de la unicidad que corresponde a cada una de las regiones y devuelve el sentido de otredad. Pone en duda, al mismo tiempo, el modelo del proyecto modernizador sustentado en el eje Modernización-Población. Y esto a la vez lo hace desde los estudios empíricos y cuantitativos. Logra introducir otro tipo de variables y se deja un poco de lado el carácter economicista que había privado en gran parte de los estudios sobre la población.
Esto permitió a la demografía histórica plantear otras teorías que explicaran el descenso continuado de la fecundidad. La principal fue la propuesta por el Grupo de Cambridge, que es la Teoría de la difusión en donde se planteo vecindad geográfica y la historia compartida de ciertas regiones modificó los códigos de comportamiento en cuanto a la fecundidad. Por lo que, "a medida que progresa nuestro conocimiento de la transición demográfica tal como realmente ocurrió se afirma más la noción de la regionalidad de las pautas de fecundidad y su modificación, lo que subraya la importancia de algunas variables culturales —incluyendo destacadamente en ellas a las lingüísticas  junto a, e incluso a veces por encima de, las de índole económica. Esto parece ser particularmente cierto de los procesos de difusión de los nuevos comportamientos reproductivos, más que de su iniciación o adopción. De hecho, es éste el descubrimiento más importante de los varios producidos por la investigación reciente en demografía histórica."
Los factores culturales que originalmente habían sido desdibujados desde la construcción del concepto de población, salen a relucir en los estudios empíricos de la demografía histórica. Se demostró que cada una de las regiones tendría patrones de conducta en cuanto a la fecundidad que dependieran en mayor o en menor medida, según los casos, de su cultura.
Esto nos permitiría explicar el cambio demográfico para otras regiones y cerrar con ello una etapa de cierto fundamentalismo demográfico basado en la transición demográfica y generar las diferenciaciones históricas de acuerdo a las regiones y a las pautas culturales. Por ejemplo, los estudios de Cambridge permitieron llegar a las siguientes conclusiones: "el ritmo de crecimiento de la población en la fase transicional fue, en los países de industrialización temprana, dos y hasta tres veces más lento del que conocen hoy en día los países del Tercer Mundo. En primer lugar, las tasas de natalidad europeas eran inferiores  a las vigentes hoy en los países en vías de desarrollo. En segundo lugar, la caída de la mortalidad fue mucho más gradual en la experiencia occidental que en la del resto del mundo; y aún no se había consumado cuando ya la natalidad había entrado en declive. La explicación de esta diferencia estriba en el hecho de que el descenso de la mortalidad en el mundo hoy desarrollado resultó del, y fue simultáneo al, progreso económico, mientras que en el Tercer Mundo se ha producido de forma súbita, sin apenas distinción de fases, por derivar de la aplicación del potencial trasnacional de los avances médicos y sanitarios generados en el mundo desarrollado. Como dijo Arthur Lewis hace ya tiempo, en nuestros días «la tasa de mortalidad está en función del conocimiento y de la voluntad más que de la renta per cápita». En tercer lugar, los países avanzados tuvieron la fortuna de contar, en el período de mayor presión demográfica, con una excepcional válvula de escape por la que dar salida a los excedentes humanos que a pesar de todo se iban acumulando. En referencia, por supuesto, a los extensos territorios ex coloniales o semicoloniales, especialmente el «lejano imán» norteamericano."
Esto delimita las condiciones históricas que cada una de las poblaciones ha experimentado a lo largo de su historia. Al establecer que una modernización demográfica lograría un supuesto progreso y desarrollo, borra toda singularidad histórica y cultural. No obstante, gran parte de las políticas de población para el caso de América Latina, se centraron en alcanzar ciertos parámetros de la transición demográfica, incluso ciertos instituciones de crédito internacionales, ponían como condición para el otorgamiento de préstamos, que los países en desarrollo contarán con políticas de población tendientes a la reducción de la natalidad. Por lo que, el proyecto modernizador se había institucionalizado y se dirigía; el afán colonizador de dicho proyecto se tomó muy en serio, y esto a su vez, tuvo fuertes repercusiones para varias regiones, ya que al no contar con el tiempo del que tuvo Europa y EU para asimilar estos cambios, incrementó la vulnerabilidad de la población y su propia viabilidad como región.
Por lo tanto, la transición demográfica no alcanza el estatus de teoría ya que varios de sus supuestos quedaron refutados. Sin embargo, "las anomalías empíricas reveladas por la investigación histórica no niegan la noción de una gran transición demográfica. En su forma más elemental, la teoría de la transición demográfica se limita a describir la conocida secuencia de los cursos de mortalidad y natalidad de la que ha tomado el ser, y a postular una imprecisa relación de causalidad con el desarrollo socioeconómico. No cabe duda de que tal transición se haya producido en un número considerable de países, y que lleva trazas de acontecer en muchos de los restantes. Lo que ocurre es que tal secuencia es más compleja y variada, menos uniforme, de lo que los proponentes de la teoría suponían; y, más aún, que la teoría o no especifica mucho acerca de timing, lags, umbrales, etc., o incurre de nuevo en generalizaciones abusivas con las que la experiencia histórica no siempre se compadece."
La demografía histórica, significa un gran aporte para el estudio de la población, ya que estableció las dimensiones reales a las que la transición demográfica les había otorgado una importancia crucial y que a la vez fundamentaba gran parte del proyecto modernizador. Con esto la transición demográfico quedó reducida a un modelo descriptivo; no obstante, cabe tomar en cuenta la prevención que hace Canales, al señalar que es una salida fácil "porque aun cuando se asuma la transición demográfica como modelo estrictamente descriptivo y empírico, en el fondo este modelo se sustenta en el marco teórico de la modernización, aunque pocas veces ello se haga en forma explícita. No es posible usar el modelo de la transición demográfica desde un enfoque que no sea el de la modernidad. La teoría de la modernización es el marco desde el cual el modelo de la transición demográfica ha sido construido y llenado de sentido y significación. Plantear el posible uso de la transición demográfica como modelo descriptivo pura y simplemente es un llamado engañoso, pues obliga a pensar el problema demográfico en el ámbito de la teoría de la modernización, pero sin hacerlo explícito e impidiendo, por tanto, la reconstrucción del problema demográfico a partir de la revisión crítica del paradigma de la modernidad."

EL DESARROLLO ESTABILIZADOR

El desarrollo estabilizador.
La del llamado "desarrollo estabilizador" que se extiende de 1958 a 1970 fue una época de veras sobresaliente en la historia económica de México. El producto interno creció a una tasa real mayor al 6% anual con crecimiento también rápido y sostenido de los salarios reales. El análisis de esos logros no sólo puede ser materia de interés para el historiador anticuario; el estudio de la política económica de esa época es de gran importancia para el presente y el futuro, en especial para los individuos de acción y para los responsables de conducir las políticas públicas. De él se desprende un recetario de estrategias para avanzar en objetivos que todos compartimos hoy: elevar los salarios, aumentar los ingresos de la población, en especial de la población rural; crear mayor empleo y lograr que la producción avance con mayor rapidez que la explosión demográfica.
 El principal artífice de ese "milagro mexicano" fue Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda en los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Hábil, laborioso, buen político, magnífico administrador y negociador, economista, financiero y abogado muy conocedor de las leyes y del derecho, todo eso fue Antonio Ortiz Mena. Sus principales méritos pueden resumirse como sigue: 1) Eligió y recomendó las políticas adecuadas para cumplir con el mandato que se le asignó al iniciar su encomienda: crecimiento del producto por arriba de la tasa de expansión demográfica e incremento continuo de los salarios reales. 2) Supo persuadir a los presidentes a quienes sirvió -López Mateos y Díaz Ordaz- de que sólo con esas políticas podía lograrse que el auge fuese perdurable. 3) Fue un operador político muy diestro y sagaz, y un instrumentador muy eficaz de las medidas que, muchas veces, él mismo sugirió.
Se imagina tarea fácil discurrir y recomendar las políticas "apropiadas"; no lo era tanto en esa época de tan intensa efervescencia doctrinal y hasta ideológica. Al igual que Rodrigo Gómez -director del Banco de México de 1952 a 1970, Ortiz Mena nunca se dejó marear por las modas intelectuales y por las falsas "nuevas teorías" que anunciaban el descubrimiento de panaceas económicas milagrosas.
Contrario a lo que han pretendido algunos de sus críticos, Ortiz Mena nunca estuvo obsedido por la idea de la estabilidad monetaria y cambiaria. Nunca consideró al control de la inflación y a la fijeza del tipo de cambio como objetivos per-se. Más bien los consideró como lo que son: objetivos intermedios para conseguir las metas últimas: procurar un crecimiento sostenido y sostenible del producto per cápita y del salario real.
Ortiz Mena sabía que no existe la disyuntiva entre crecer sin inflación y crecer con inflación. Tolerar políticas conducentes a la inflación o practicarlas deliberadamente lleva tarde o temprano al estancamiento y a la crisis. De hecho, eso fue lo que sucedió durante la "docena trágica" de 1970 a 1982. De 1983 a la fecha todo ha sido un intento por restaurar la perdida estabilidad sin conseguirlo plenamente. Así de difícil es estabilizar una economía cuando se sale de ese estado. Ortiz Mena habla de dos precondiciones para evitar la inflación: primera, mantener finanzas públicas sanas;  segunda, procurar una actuación congruente con ese fin por parte del banco central. Por sus consecuencias directas sobre la inflación, a lo que más temió Ortiz Mena fue al financiamiento del déficit público mediante el crédito primario del banco central.
La finalidad última del desarrollo estabilizador fue estimular la inversión productiva y el empleo. Parte de ese esfuerzo se manifestó en el esmero con el que se cuidó la confianza. El fenómeno económico, solía decir Daniel Cosío Villegas, depende de las reacciones individuales de millones de consumidores y de productores. Carece de sentido empujar esas reacciones en un sentido desestabilizador, si las políticas que se proponen no son viables.
En fin, el cuidado de la estabilidad monetaria, de la estabilidad cambiaria y de la confianza vino acompañado de políticas compatibles en materia de salarios, de promoción de las exportaciones, de estímulo al ahorro y al desarrollo del sistema financiero, de reforma fiscal, de promoción del sector agrícola -ya que en ese tiempo el grueso de los ingresos de divisas provenía de las exportaciones de ese sector-, del turismo y del desarrollo de las fronteras. De muy particular relevancia fueron los esfuerzos para alentar el surgimiento de empresarios mexicanos y de empresas mexicanas.
La del desarrollo estabilizador es una historia de éxito en un campo -el económico- en el que desde hace casi dos decenios México no ha podido salir de un hoyo. La posteridad y la distancia han venido a validar las ideas económicas de Ortiz Mena y la pertinencia de las políticas económicas que se aplicaron -con la salvedad de la política comercial proteccionista que se heredó de los regímenes precedentes- durante su gestión como secretario de Hacienda.
En el legado del desarrollo estabilizador está el catálogo de las políticas económicas a seguir para que una economía crezca con rapidez y ese crecimiento pueda sostenerse. En este último punto reside la diferencia fundamental con las políticas expansionistas que se aplicaron en los siguientes dos sexenios. Aparte de lo ya dicho, en ese legado destaca la importancia de propugnar para que el Estado actúe más como promotor que como propietario o empresario, de vigilar con rigor la asignación de los escasos recursos invertibles -ya sean de origen nacional o externo- hacia fines productivos. Muy consciente estuvo siempre Ortiz Mena de decir no al desperdicio y a la dilapidación, algo que no se escuchó durante los doce años posteriores.
A todo lo anterior se refiere el libro de Antonio Ortiz Mena de reciente publicación. Aunque la obra tiene sus defectos -una estructura demasiado rígida, lenguaje árido tipo memorándum, algunas contradicciones e imprecisiones-, el pormenor de lo ocurrido en el desarrollo estabilizador se recoge ahí con acierto. Vale la pena leerlo y conservarlo no sólo como un doloroso recuerdo de lo que fue y no pudo continuar, sino como el catálogo de las políticas que pueden ofrecerle a los mexicanos un futuro más halagüeño.
El banco de México y sus Artífices
En 1952, toma las riendas del Banco de México un hombre que habría de prestar servicios de inestimable valor a México y que habría de dar lustre y prestigio a las finanzas mexicanas: Rodrigo Gómez. Don Rodrigo  estuvo a la cabeza del Banco hasta su muerte, durante 18 largos años, habiéndose manifestado a lo largo de su gestión, tanto en hechos como en pensamiento, como un enemigo acérrimo de la inflación. En alguna célebre ocasión señaló que si "la disyuntiva fuera entre progresar velozmente o tener una moneda estable, no habría duda sobre la elección". Pero el punto es que la inflación no sólo tiene efectos negativos sobre la distribución del ingreso, sino que acaba por frenar la inversión y el crecimiento económico.
Junto con Antonio Ortiz Mena, quien lo acompañó durante dos sexenios al frente de la Secretaría de Hacienda, Don Rodrigo Gómez fue uno de los artífices de un envidiable periodo de progreso y estabilidad que se extendió de 1954 a 1970, y que se conoce como el "desarrollo estabilizador". La era se inició después del ya mencionado ajuste cambiario de 1954, el cual puede ser considerado como la culminación de una etapa de crecimiento con inestabilidad que se extendió por más de tres lustros.
En el lapso 1954-1970, el producto real creció a un ritmo muy superior al de la población, lo cual hizo posible que también crecieran ininterrumpidamente tanto el ingreso per-cápita como los salarios reales. En particular, el sector financiero experimentó un progreso formidable. Todo ello fue, en buena medida, resultado de la aplicación, por parte del Banco de México, de una política monetaria prudente, la cual coadyuvó a obtener una estabilidad de precios semejante a la de Estados Unidos en igual periodo. De ahí que también pudiese conservarse un tipo de cambio fijo dentro un régimen de irrestricta libertad carnbiaria, y que la reserva monetaria mostrase una tendencia creciente a lo largo del periodo.
A la vez, durante el "desarrollo estabilizador" el Banco de México coadyuvó al progreso de la economía nacional, brindando apoyo a otras estrategias de promoción mediante un manejo juicioso de la política de encaje legal. Con ello no sólo se colaboró a proporcionar crédito no inflacionario a actividades prioritarias, sino también a compensar las fluctuaciones de la economía mundial que afectaron durante esos años a la balanza de pagos. En 1958, a fin de darle mayor fuerza a ese instrumento de regulación, se decidió incorporar a las sociedades financieras al régimen del encaje legal.

ESTADO DE BIENESTAR

Estado del bienestar
Estado del bienestar o Estado providencia es un concepto de las ciencias políticas y económicas con el que se designa a una propuesta política o modelo general del Estado y de la organización social, según la cual el Estado provee ciertos servicios o garantías sociales a la totalidad de los habitantes de un país.  Más que un concepto específico, se considera que el término es una categoría práctica para designar ya sea un conjunto de propuestas o una propuesta general acerca de cómo el Estado debe o puede proceder:
Los estudios acerca del estado del bienestar se pueden dividir entre los dedicados a su origen, características o función general y los que se centran en la implementación específica por los estados de tales esquemas; y en ambos casos tanto de forma aislada como de forma comparativa. La noción de "estado del bienestar" tiene su origen en el año 1945, como consecuencia de la experiencia traumática de la crisis generalizada producto de la Gran Depresión, que es generalmente considerado culminó en la Segunda Guerra Mundial.
De acuerdo a Claus Offe, es uno de los dos factores junto a la existencia de partidos políticos masivos y en competencia que hace posible la existencia del Capitalismo democrático o "Estado de Economía mixta".
David Anisi sugirió que es un tipo pacto social en el que se estableció un reparto más equitativo de los beneficios y de la riqueza entre toda la población con objeto de evitar el malestar social que llevó a las sociedades europeas a la segunda guerra mundial. La expresión económica del estado del bienestar fue el pacto keynesiano que durante la postguerra pretendía un desarrollo económico equilibrado socialmente así como el pleno empleo.  Para algunos, es el añadido de un quinto poder del Estado: la capacidad de regular las grandes empresas y el sector financiero; añadido a los tres poderes clásicos de Montesquieu y al cuarto poder, que son los medios de comunicación. En ese sentido, el concepto podría incluir algunos aspectos del sistema del New Deal implementado en Estados Unidos a partir de 1933.
Desarrollo del Estado del bienestar
A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX en la mayor parte de los países de Europa Occidental, la llamada Cuestión social, expresada en la presión política de movimientos sociales, especialmente los movimientos obreros, impulsó a los gobiernos a adaptar la legislación sobre la condición social de la clase trabajadora y el trabajo, legislación que fue progresivamente modificada. La mayor parte de estas medidas fueron puntuales y de alcance mínimo, con características que dependen tanto de la historia como de las circunstancias político-sociales de cada país. Sin embargo, es posible notar un movimiento hacia servicios incrementalmente más comprensivos.
Esta situación culmina en la crisis económica del Período de entreguerras y concomitantes crisis socio políticas, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de resolver las crisis más efectivamente que las democracias. Tanto la URSS con el Plan Quinquenal, como la Alemania Nazi de preguerra, la Italia de Mussolini quien fue elogiado por "hacer que los trenes corrieran a tiempo", es decir, por poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese país y el Japón Imperial, países todos que impusieron fuertes controles estatales a la economía, resolvieron la crisis a mediados de los 30. Esto llevó al auge de proyectos políticos totalitarios, y no solo entre el ciudadano común y corriente. Por ejemplo, el 20 de enero de 1927, durante una visita a Roma, el entonces conservador y auto declarado "constitucionalista y anti socialista" Winston Churchill declaró que si él hubiera sido italiano se habría unido a Mussolini y continuó ". Externamente su movimiento ha rendido un servicio al mundo entero Italia ha demostrado que hay maneras de luchar contra las fuerzas subversivas, maneras que pueden llevar las masas populares, propiamente dirigidas, a apreciar y defender el honor y la estabilidad de una sociedad civilizada. Ha previsto el antídoto necesario al veneno ruso. De ahora en adelante, ninguna gran nación estará desprovista de un último medio de protección contra el crecimiento canceroso del bolchevismo". Alrededor de esas fechas, Churchill sugirió ametrallar a huelguistas como manera práctica de terminar la huelga. Aun tan tarde como en 1938, en vísperas del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Churchill declaró que si alguna vez Inglaterra llegara a tener los mismos problemas que Alemania de postguerra, él esperaba que llegara a encontrar su "Sr Hitler" amenazando las concepciones del estado liberal y la democracia, lo que a su vez amenazo la estabilidad mundial, culminando en la Segunda Guerra Mundial.  Es en ese sentido que Waligorsky dice que se propuso la intervención estatal "como una resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras instituciones políticas y sociales más evaluables un mercado totalmente libre es definitivamente no el mejor mercado para una democracia, un mercado sin regulaciones no garantiza ni justicia ni prosperidad..."
Es generalmente considerado que el resumen que Claus Offe hace de ese desarrollo es correcto: “El Estado de Bienestar ha sido el resultado combinado de diversos factores  El reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, élites políticas y económicas conservadoras ilustradas, y grandes sindicatos industriales fueron las fuerzas más importantes que abogaron en su favor y otorgaron esquemas más y más amplios de seguro obligatorio, leyes sobre protección del trabajo, salario mínimo, expansión de servicios sanitarios y educativos y alojamientos estatalmente subvencionados, así como el reconocimiento de los sindicatos como representantes económicos y políticos legítimos del trabajo…". A fin de evitar errores, es necesario agregar específicamente la influencia de sectores liberales y demócrata-cristianos, con personajes tales como David Lloyd George y Konrad Adenauer respectivamente. A partir de lo anterior se implementaron en Europa Occidental las políticas socio económicas que llegaron a ser conocida como Estado del Bienestar moderno. Esa implementación dio origen a lo que Eric Hobsbawm ha llamado “La edad de oro del capitalismo” ya que ocasiono el periodo de crecimiento económico sostenido más exitoso en el siglo XX.
Algunas autoridades argumentan que tales desarrollos se condujeron bajo la propuesta general del keynesianismo. Otras aducen que fue bajo las propuestas generales del ordo liberalismo. Sin embargo la mayoría de los estudiantes del área sugieren hay una similaridad básica entre estas visiones y aun otras, tales como las del dirigismo propuesto en Francia en ese periodo etc.
Karl Popper describe los logros de esa propuesta en los siguientes términos: “En ningún otro momento, y en ninguna parte, han sido los hombres más respetados, como hombres, que en nuestra sociedad. Nunca antes los Derechos Humanos y la dignidad humana, han sido tan respetados y nunca antes han habido tantos dispuestos a hacer sacrificios por otros, especialmente por aquellos menos afortunados que ellos.. Esos son los hechos”.... “quiero enfatizar que estoy al tanto de otros hechos. El poder todavía corrompe, incluso en nuestro mundo. Empleados públicos todavía se comportan a veces como amos descorteses. Todavía abundan dictadores de bolsillo pero todo eso no se debe tanto a falta de buenas intenciones como a la falta de habilidad e incompetencia.
Popper continua: “Pero volvamos nuestra atención a asuntos más, importantes. Nuestro mundo libre ha casi, si no completamente, eliminado los grandes males que han con anterioridad asediado la vida social de los hombres”... “Veamos lo que se ha logrado, no solo aquí en Gran Bretaña a través del Estado del Bienestar sino con algún método u otro en todas partes en el mundo libre”... y da la siguiente lista de lo que el considera "los males que pueden ser resueltos o remediados por la cooperación social":
·         La pobreza
·         Desempleo y formas similares de Inseguridad Social.
·         Enfermedad y dolor.
·         Crueldad penal.
·         Esclavitud y otras formas de servidumbre.
·         Discriminación racial y religiosa.
·         Falta de oportunidades educacionales.
·         Diferencias rígidas de clase.
·         La guerra.
Desde un punto de vista conservador los beneficios del estado del bienestar son dobles: por un lado, la generación de consenso social de forma que el sistema funcione de forma armónica y eficiente. y, por el otro, siguiendo de lo anterior, una función de creación y reforzamiento de valores éticos fundamentales a la existencia y estabilidad de relación sociales, llevando así a una creciente integración social: "la provisión de los beneficios es sobre la base de ayudar a los menos privilegiados a adquirir la disciplina necesaria para adherir a los estándares morales: "la respuesta conservadora es que el debate acerca de si debería haber un estado del bienestar ha terminado. El debate apropiado a estos días debería ser acerca de las modalidades a través de los cuales las "ayudas recibidas por derecho" son entregadas. Las modalidades importan, porque algunas promueve y otras no los atributos y actitudes -mirar al futuro, independencia, responsabilidad por la vida saludable- indispensables para una vida digna en una sociedad económicamente vibrante que un estado del bienestar devorador de ingresos en una época de población que se envejece necesita". Conviene recordar que la visión conservadora del estado es que ese existe para satisfacer las necesidades humanas  y como tal los conservadores aceptan el Estado del bienestar.
Las ventajas desde el punto de vista de la socialdemocracia son, generalmente, los de un avance reformista hacia al socialismo, asegurando al mismo tiempo la protección y profundización de la democracia a través del reconocimiento del derecho legitimo de los sindicatos y representantes de comunidades y minorías sociales marginadas en la toma de decisiones gubernamentales, así como la creciente integración a esas decisiones de los principios de la justicia social; dignidad humana y participación ciudadana. Se entiende por Estado del bienestar, como concepto general, uno en el cual corresponde al Estado o a la Sociedad asumir la responsabilidad del Bienestar social y económico de sus miembros. Esta responsabilidad es entendida generalmente como comprensiva y universal, porque "bienestar" es un concepto amplio que se aplica a todos. Adicionalmente, para algunos, tal bienestar es un derecho. Así por ejemplo, tanto el conservador Edmund Burke como el liberal radical Thomas Paine asertan “el derecho” de los hombres a “una porción de todo lo que la sociedad produce”. Derecho que se ve como ya sea humano Burke ve su propuesta como representando “los verdaderos derechos humanos”,“Si la sociedad civil se ha creado para el avance del hombre, todas los avances que ha efectuado llegan a ser su derecho. Es una institución de beneficencia y la ley misma solo es beneficiosa si actúa de acuerdo a una regla. Paine en "Los derechos del hombre" argumenta que el derecho a beneficiarse del esfuerzo común es realmente un derecho natural de los seres humanos, dado que estos solo pueden vivir en sociedad, lo que se concreta en los llamados derechos sociales.
Sin embargo, para otros, el asunto no trata de principios, sino de objetivos: el propósito del estado no puede ser otro que promover el interes público o "social” o "común" de manera práctica. Así, se sugiere, si fuera el caso que los gastos que el sistema implica son de beneficio a la sociedad en su conjunto, tales gastos serían ampliamente justificados. Desde este punto de vista, los gastos de “bienestar” pueden ser considerados no solo gastos de "buen funcionamiento" de la sociedad, sino también como inversión social, pudiendo ser vistos no solo como aumentando la cohesión social sino también la productividad común. Adicionalmente se alega que tales gastos pueden implicar un ahorro o disminución de costos, ya sea para obtener bienes y servicios de interés general o que los gastos sociales son más efectivos y cuestan menos que otras medidas de reducción de problemas sociales. A extremis, esta visión puede ser concebida como utilitaria, con una concepción de la sociedad como grupo de interes: sería, se puede alegar, más efectivo y eficiente gastar en asuntos sociales que eliminar o controlar los problemas que de otra manera se multiplicarían. Sin embargo, y a pesar que tal percepción facilita y ordena el discurso político-social en relación a gastos sociales, en la medida que centra la atención en ventajas comunes promoviendo al mismo tiempo el desarrollo de técnicas y conceptos de utilidad social se ha alegado, en contra, que esta aproximación empobrece la visión tanto académica como social.